Si en toda ocasión
y de muchas maneras
te mostré sin engaños
la majestuosidad del silbo apacible
y el fuego abrasador de la zarza,
¿por qué te dejaste convencer
por la fiereza disfrazada
del León Rugiente e intentaste
detener abruptamente
la carrera gozosa de tu río ?
Aunque mi actitud parezca
la de un hombre tonto,
una vez más te ofrezco la sombra
del enebro de Elías tisbita.
Allá tú si rechazas mi oferta.
jueves, 16 de septiembre de 2010
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