Por Paseo de la Reforma
camina don Martín.
Atrás, siguiéndole de cerca
los pasos, va un hombre
calvo, lleno de ginebra.
De repente, don Martín
tropieza y para no caer
tiene que detenerse
poniendo las manos
en la vieja y podrida puerta
de una iglesia.
"La iglesia en mis manos",
dice con una gran sonrisa
el pícaro Lutero.
lunes, 24 de septiembre de 2007
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