Ante la mirada tierna
de un otoño que despierta
en el parque,
Sofía deja caer su pie
derecho sobre
una gigantesca cucaracha.
Cristina y yo nos reímos
al comprobar que los tenis
enormes, fieros
y un poco pasados de moda,
han servido para algo.
Sin dejar de sonreír,
mi esposa me comenta al oído:
"Ojalá y Sofía nazca de nuevo
para que al fin pueda entender
que el Cordero de Dios
nos proporciona
no solamente autoridad
para hollar cucarachas
fugitivas, sino también
serpientes y escorpiones."
jueves, 11 de octubre de 2007
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